domingo, 9 de diciembre de 2007

CONVENCION DE LOS HERIDOS DEL AMOR



Disposiciones generales:

A – Considerando que el dicho de que “en el amor y en la guerra todo vale” es completamente verdadero;

B – Considerando que en lo relativo a la guerra contamos con la Convención de Ginebra, adoptada el 22 de agosto de 1864, que determina cómo debe tratarse a los heridos en el campo de batalla, mientras que hasta hoy no se ha promulgado ningún documento que regule la situación de los heridos de amor, muy superiores en número;

Se decreta que:

Art. 1 – todos los amantes, independientemente de cuál sea su sexo, quedan advertidos de que el amor, además de ser una bendición, también es algo extremadamente peligroso, imprevisible, que puede acarrear serios daños. Por lo tanto, quien tenga la intención de amar, debe ser consciente de que está exponiendo su cuerpo y su alma a heridas de muy diferentes tipos, sin poder culpar por ello a su pareja en ningún momento, puesto que ambos corren el mismo riesgo.

Art. 2 – Una vez alcanzado por una flecha del arco ciego de Cupido, debe solicitarse inmediatamente al arquero que dispare la misma flecha en la dirección opuesta, con el objeto de no sufrir la herida conocida como “amor no correspondido”. En el caso de que Cupido se niegue a hacerlo, la Convención que en estos momentos se promulga exige del herido que de manera inmediata se arranque la flecha del corazón y la tire a la basura. Para llevar esto a buen puerto, debe evitar llamadas telefónicas, mensajes de correo electrónico, envíos de flores (siempre rechazadas), o cualquier otra forma de seducción, pues semejantes medios, si bien pueden dar algún resultado positivo a corto plazo, no resisten el paso del tiempo. La Convención decreta asimismo que el herido debe buscar sin falta la compañía de otras personas, así como debe imponerse al pensamiento obsesivo que le dice “vale la pena luchar por esta persona”.

Art. 3 – En el caso de que la herida provenga de un tercero, es decir, que el ser amado se sienta atraído por alguien que no estaba a priori en el guión, queda expresamente prohibida la venganza. En este caso, se permite el uso de lágrimas hasta que los ojos se sequen, así como algunos puñetazos en la pared o en la almohada, o reuniones con amigos donde poder insultar a gusto al antiguo(a) compañero(a), incidiendo en su perfecta falta de gusto, pero sin llegar a difamar su honra. La Convención determina que también se aplique en este caso la regla del Art. 2 que mueve a buscar la compañía de otras amistades, sólo que evitando en la medida de lo posible los lugares que la otra persona frecuenta.

Art. 4 – En lesiones leves, clasificadas aquí como pequeñas traiciones, pasiones fulminantes que no duran mucho, o desinterés sexual pasajero, debe aplicarse con generosidad y rapidez el medicamento llamado Perdón. Una vez aplicada tal medicina, no se debe volver atrás bajo ninguna circunstancia, y el asunto debe ser definitivamente olvidado, no utilizándolo jamás como argumento en una discusión o en momento de odio.

Art. 5 – En todas las heridas definitivas, también conocidas como “rupturas”, el único medicamento que tiene algún efecto se llama Tiempo. De nada sirve buscar consuelo en cartomantes (que siempre prometen el regreso del amor perdido), leer libros románticos (que siempre acaban bien), engancharse a una telenovela o cosas por el estilo. Se debe sufrir con intensidad, evitando radicalmente las drogas, los calmantes o las oraciones a los santos. En cuanto al alcohol, sólo serán permitidos dos vasos de vino diarios.

Consideraciones finales: los heridos por el amor, al contrario de los heridos en conflictos armados, no son víctimas ni verdugos. Optaron por algo que forma parte de la vida, y deben asumir, por consiguiente, la agonía y el éxtasis de su elección.

Y los que jamás fueron heridos por el amor, nunca podrán decir: “he vivido”. Porque no vivieron.


Paulo Coelho


La idea de introducir el texto es la siguiente de incluir mas articulos a esta conveccion de los heridos de amor, al ser uno de los que esta herido a muerte.


Envien ideas y experiencias y asi podremos hacer una buena carta de la Convencion de los Heridos del Amor

domingo, 2 de diciembre de 2007

LA ULTIMA CITA


El papel doblado en dos estaba a pocos centímetros de la puerta, su corazón detuvo su sístole-diástole. Se agacho de prisa para recogerlo, lo desdoblo ansiosa.

“Mi hada madrina”
Esta noche paso a buscarte a las ocho, saldremos a pasear.

Así era el cuando quería llevarla al cine, a bailar, a cenar o tomar el té o un helado a la confitería o cuando tenia la intención de visitarla simplemente, pasaba por debajo el papelito portador del próximo encuentro. Jamás le dijo te amo, ella tampoco pronuncio esas palabras, pero la presión que sentía su mano entre las suyas, la sonrisa picaresca de esos ojos donde escondían chispitas juguetonas, la forma de tomarla por la cintura al bailar, cuando llevaba una flor cuyos pétalos trémulos compartían la misma emoción, cuando el día de su cumpleaños, ella nunca supo como averiguo la fecha pues se cuido mucho de decírselo cuando el preguntaba urgido, ese día le llevo un bote pequeño de Channel N° 5, todas esas y otras manifestaciones le decían una y otra vez con el idioma mágico que únicamente tiene el amor, lo que amor, lo que sus labios no pronunciaban.

Ella callada vivía intensamente ese amor doble, si era doble por tanto único. Uno era usual, se veían, salían, hablaban, departían con los amigos comunes. El otro era epistolar; dos o tres veces a la semana pasaba bajo la puerta sobres cerrados con una carta que invariablemente comenzaba: Mi Hada Madrina.

A continuación le hablaba de amor; del príncipe enamorado de su princesa a quien la nominaba como el encabezaba sus cartas, le decía que desde el día que la conoció, el mundo le parecía mas bello, el aire era mas ligero, las puestas de sol las sentía mas cálidas, el amanecer lo saludaba con presagios de agradables sorpresas. El y su princesa se iban en un corcel azul, azul era el color del amor y juntos recorrían el mundo protagonizando aventuras maravillosas. Cada carta era como un cuento de hadas por sus fantasía, brillantez y simplicidad.

Después de recibir la primera carta, tan pronto lo vio quiso ella compartir sus impresiones, mas, el con delicado tacto derivo la conversación a otro tópico. Fue suficiente, él no quería hacer alusión a sus cartas donde desnudaba lo más recóndito de sus sentimientos, desde es primer intento ella ya no las menciono más.

A las ocho su corazón hizo eco del llamado a la puerta, salió ruada con alas en los pies.

El le sonrió, sus labios solamente pronunciaron “¿nos Vamos?”. Al minuto ambos caminaron por la calle tomados de la mano. Era una noche hermosa, la luna nueva rutilaba cual hilo de plata que mantenía el equilibrio en una de sus puntas., las estrellas sonreían con sus guiños salpicados de ignotas ilusiones.

Te llevare a un lugar muy bonito dijo él y siempre tomados de la mano la guió entre calles y callejas. Repentinamente hizo un alto la tomo delicadamente por la cintura, la elevo en el aire ya la sentó en una ventana ¿Que haces? pregunto ella entre complacida, sonriente e intrigada.

El súbdito quiere rendir pleitesía a su Hada Madrina por ultima vez, espero que no me negara ese privilegio, la he colocado en su trono y le pido la gracias del perdón. Por unos segundos sus ojos se velaron tristeza, le tomo sus manos y se las besó.

Perdón, perdón de que, pregunto ella sorprendida

No me hagas caso. Nuevamente sonrió y la bajo con la misma rapidez y cuidado con que la sentara minutos antes, tomo entre sus dedos su mano y la hizo correr. Vamos, vamos al lugar que te prometí, ya calmados pero aún un tanto agitados subieron a la colina, ella sabía de su existencia pero nunca estuvo ahí, era la colina de los enamorados. La vista era espléndida, a sus pies la ciudad se abría maravilloso misterio nocturno en medio de millares de luces que parecían el reflejo de las estrellas del firmamento, la calma era absoluta. Cuando sus ojos se hubieren saciado con ese espectáculo, ella siempre apretada a él hablo suavemente: vámonos está muy silencioso, tengo miedo......El las miró y la besó larga y apasionadamente casi hasta sofocarla, luego volvió a tomar su mano y emprendieron la bajada en silencio, embargados en la dicha.

Ya en la puerta de su casa rozando su boca apenas sus labios de ella le dijo: Lee este papel y desapareció esa noche.

“Adiós mi dulce Hada Madrina” fuiste y serás el amor de mi vida. Tu Príncipe se debe marchar a otros reinos con la espada de la verdad en una mano y con la cruz de la vida en la otra.

No entendió nada. Cinco meses después entendió todo. Se hizo sacerdote