domingo, 2 de diciembre de 2007

LA ULTIMA CITA


El papel doblado en dos estaba a pocos centímetros de la puerta, su corazón detuvo su sístole-diástole. Se agacho de prisa para recogerlo, lo desdoblo ansiosa.

“Mi hada madrina”
Esta noche paso a buscarte a las ocho, saldremos a pasear.

Así era el cuando quería llevarla al cine, a bailar, a cenar o tomar el té o un helado a la confitería o cuando tenia la intención de visitarla simplemente, pasaba por debajo el papelito portador del próximo encuentro. Jamás le dijo te amo, ella tampoco pronuncio esas palabras, pero la presión que sentía su mano entre las suyas, la sonrisa picaresca de esos ojos donde escondían chispitas juguetonas, la forma de tomarla por la cintura al bailar, cuando llevaba una flor cuyos pétalos trémulos compartían la misma emoción, cuando el día de su cumpleaños, ella nunca supo como averiguo la fecha pues se cuido mucho de decírselo cuando el preguntaba urgido, ese día le llevo un bote pequeño de Channel N° 5, todas esas y otras manifestaciones le decían una y otra vez con el idioma mágico que únicamente tiene el amor, lo que amor, lo que sus labios no pronunciaban.

Ella callada vivía intensamente ese amor doble, si era doble por tanto único. Uno era usual, se veían, salían, hablaban, departían con los amigos comunes. El otro era epistolar; dos o tres veces a la semana pasaba bajo la puerta sobres cerrados con una carta que invariablemente comenzaba: Mi Hada Madrina.

A continuación le hablaba de amor; del príncipe enamorado de su princesa a quien la nominaba como el encabezaba sus cartas, le decía que desde el día que la conoció, el mundo le parecía mas bello, el aire era mas ligero, las puestas de sol las sentía mas cálidas, el amanecer lo saludaba con presagios de agradables sorpresas. El y su princesa se iban en un corcel azul, azul era el color del amor y juntos recorrían el mundo protagonizando aventuras maravillosas. Cada carta era como un cuento de hadas por sus fantasía, brillantez y simplicidad.

Después de recibir la primera carta, tan pronto lo vio quiso ella compartir sus impresiones, mas, el con delicado tacto derivo la conversación a otro tópico. Fue suficiente, él no quería hacer alusión a sus cartas donde desnudaba lo más recóndito de sus sentimientos, desde es primer intento ella ya no las menciono más.

A las ocho su corazón hizo eco del llamado a la puerta, salió ruada con alas en los pies.

El le sonrió, sus labios solamente pronunciaron “¿nos Vamos?”. Al minuto ambos caminaron por la calle tomados de la mano. Era una noche hermosa, la luna nueva rutilaba cual hilo de plata que mantenía el equilibrio en una de sus puntas., las estrellas sonreían con sus guiños salpicados de ignotas ilusiones.

Te llevare a un lugar muy bonito dijo él y siempre tomados de la mano la guió entre calles y callejas. Repentinamente hizo un alto la tomo delicadamente por la cintura, la elevo en el aire ya la sentó en una ventana ¿Que haces? pregunto ella entre complacida, sonriente e intrigada.

El súbdito quiere rendir pleitesía a su Hada Madrina por ultima vez, espero que no me negara ese privilegio, la he colocado en su trono y le pido la gracias del perdón. Por unos segundos sus ojos se velaron tristeza, le tomo sus manos y se las besó.

Perdón, perdón de que, pregunto ella sorprendida

No me hagas caso. Nuevamente sonrió y la bajo con la misma rapidez y cuidado con que la sentara minutos antes, tomo entre sus dedos su mano y la hizo correr. Vamos, vamos al lugar que te prometí, ya calmados pero aún un tanto agitados subieron a la colina, ella sabía de su existencia pero nunca estuvo ahí, era la colina de los enamorados. La vista era espléndida, a sus pies la ciudad se abría maravilloso misterio nocturno en medio de millares de luces que parecían el reflejo de las estrellas del firmamento, la calma era absoluta. Cuando sus ojos se hubieren saciado con ese espectáculo, ella siempre apretada a él hablo suavemente: vámonos está muy silencioso, tengo miedo......El las miró y la besó larga y apasionadamente casi hasta sofocarla, luego volvió a tomar su mano y emprendieron la bajada en silencio, embargados en la dicha.

Ya en la puerta de su casa rozando su boca apenas sus labios de ella le dijo: Lee este papel y desapareció esa noche.

“Adiós mi dulce Hada Madrina” fuiste y serás el amor de mi vida. Tu Príncipe se debe marchar a otros reinos con la espada de la verdad en una mano y con la cruz de la vida en la otra.

No entendió nada. Cinco meses después entendió todo. Se hizo sacerdote